Seguro que te has preguntado alguna vez por qué vestimos de negro en los velatorios o por qué los crespones que se colocan en las banderas como símbolo de luto son de ese color.
El protocolo funerario regula los símbolos que usamos habitualmente para exteriorizar el duelo y la pena por la muerte de un ser querido. El negro es el color de la noche, del misterio, de lo tétrico, y oficialmente se utiliza en nuestra cultura como símbolo de luto a partir del siglo XVI. Sin embargo, hasta esa época era el color blanco el oficial del luto. Así se estableció en el siglo II por un decreto imperial romano.
¿Qué acontecimientos marcaron la vuelta al negro como color del luto?
El primer acontecimiento fue la muerte del hijo de los Reyes Católicos, el príncipe Juan en 1497, y el otro sucedió un año más tarde, el funeral de Carlos VIII, en el que su esposa, Ana de Bretaña, se vistió completamente de negro y puso colgaduras negras a su escudo de armas.
¿Qué normas de luto establecieron los Reyes Católicos ?
En 1502 los Reyes Católicos promulgaron un conjunto de leyes que establecían el color negro como símbolo de luto en la indumentaria. Las llamaron «Pragmática de Luto y Cera».
Además de imponer el negro como color del luto, esta legislación trajo el recato a los funerales prohibiendo manifestaciones exageradas de dolor como los gritos tan propios de las mujeres de la época, y por consiguiente, también se prohibieron las plañideras, mujeres contratadas para ir a llorar a los funerales, una tradición que se remontaba al antiguo Egipto.
Los parientes y amigos del finado debían llevar una vida piadosa y solitaria, aunque la peor parada, como casi siempre, era la mujer. Durante el primer año de luto, la viuda debía recluirse en una habitación tapizada de negro en la que no entrara la luz del sol, y pasado este período, este espacio de reclusión pasaba a tener tonos claros, aunque sin decoración y con los objetos estrictamente necesarios, nada de elementos superfluos y mucho menos lujosos.
Además de aportar orden y recato al ceremonial funerario, parece ser que el principal objetivo de esta pragmática era poner fin a una costumbre muy arraigada por la cual, cuando fallecía un personaje principal, el funeral era sufragado con bienes de las villas y ciudades, lo que producía gastos excesivos. Desde la aprobación de estas normas serán “2.000 maravedís y no más“, los dispuestos para estos menesteres.
Otro de sus objetivos era evitar que el nivel económico del difunto se mostrase a través de manifestaciones externas como el número de personas que vestían luto por él o la ornamentación de las iglesias y las casas. Así, la Pragmática de Luto y Vela busca igualar estas manifestaciones estableciendo el atuendo que debían vestir y el que no, tanto hombres como mujeres, el tiempo del luto la ornamentación de las casas y las iglesias, el número de velas que se podían encender en cada funeral y limita el número de personas que podían enlutarse:“padre, madre, abuelo, abuela u otro ascendente; suegro, suegra, marido, mujer, hermano o hermana“. A este listado de familiares solamente se podía añadir el criado por su señor y el heredero “por quien le dexare”.
La pragmática solamente permite poner un paño negro sobre la tumba pero se prohíbe “poner en la sepultura más de doce hachones o cirios“. Sin embargo no había limitación en el número de misas por el alma del difunto y la cantidad de limosna que se entregaba a la iglesia.
Las normas se relajan en el siglo XVIII
Eran tan estrictas estas normas que fueron reprobadas en el XVIII Concilio de Toledo y en el año 1729, el rey Felipe V limita algunas de ellas. Por ejemplo, rebaja de un año a seis los meses de encierro de la viuda y establece ese mismo período el luto para los consanguíneos del fallecido.
Las paredes de las casas ya no pueden tapizarse de negro y solo se permite el uso de alfombras y cortinas de luto en el aposento principal de la casa.
Solo unos años después del reglamento de Felipe V, su sucesor, Carlos III, aprueba una nueva pragmática sobre lutos que sigue determinando el tipo de telas para la vestimenta de luto y limita incluso el número de velas que podían encenderse alrededor del túmulo durante el velatorio, ocho velas concretamente.
El luto en el siglo XX
Aunque el color negro siguió siendo el oficial para el luto, durante el siglo XX dejó de ser una práctica oficiosa el mantener el luto durante un tiempo determinado y el negro se extendió a diversos usos. Todas aquellas costumbres que emanaban de la Pragmática de los Reyes Católicos forman parte de nuestro acervo cultural aunque se han ido relajando considerablemente. Si embargo, el dolor por la muerte de una persona cercana se siguió demostrando con una serie de sacrificios y obligaciones basados en la renuncia a la vida social, el recogimiento y la muestra de pesadumbre a través del luto en la indumentaria. Todos recordamos las mujeres enlutadas de la ‘España profunda’ de principios del siglo XX que nos muestra Federico García Lorca en ‘La casa de Bernarda Alba’.
¿Cuáles son las normas actuales del luto?
En la actualidad, los niños y jóvenes prácticamente están perdiendo la referencia de lo que es el luto, incluso es cada vez más frecuente encontrar en los funerales personas vestidas de colores vivos, algo impensable hace unos años.
¿Esto quiere decir que ha dejado de utilizarse el negro como color de luto?
Hoy día es un color que vestimos habitualmente, símbolo en muchos momentos de elegancia y sofisticación. Fue la diseñadora Coco Chanel quien lo sacó de su ostracismo para convertirlo en el básico que no puede faltar en ningún armario de quien se considere elegante. En los velatorios y funerales seguimos vistiendo el negro pero, por lo general, basta con llevar colores oscuros o discretos para ir acorde a las circunstancias y no molestar a nadie. Prácticamente ha desaparecido el negro como color de luto a excepción de acontecimientos oficiales.
No obstante, el color negro sigue siendo la pauta general en los símbolos de luto. No se nos ocurre un color diferente cuando queremos transmitir nuestra condolencia con un crespón colocado en una bandera, en los marcos de las esquelas o en los brazaletes que usan los deportistas en señal de duelo.
Francisco López, Experto en Protocolo Funerario