Begoña Aguirre todavía recuerda cuando de pequeña jugaba con su hermano entre ataúdes. “Para mí era algo normal. La funeraria la tenían mis abuelos y nosotros jugábamos a escondernos entre las cajas como algo absolutamente natural, sin ningún miedo”, relata Begoña.
Begoña, 43 años, llegó al mundo funerario “por circunstancias de la vida”. Finalizó sus estudios de Turismo en Bilbao, ya que tenía claro que quería tener una carrera universitaria, y por necesidades de la empresa familiar, Funeraria Aranguren, acabó trabajando en la funeraria que había heredado su madre. “Un día echas una mano en la funeraria porque hay mucho trabajo, otro día también, y al final, cuando te das cuenta, llevas 22 años trabajando y tan a gusto”, comenta Begoña.
En su día a día, Begoña se dedica a la administración de la empresa y al trato con las familias, que es lo que más le satisface. “Cuando atiendo a las familias que acaban de perder a un ser querido me siento muy bien. Siento que estoy ayudando a esa familia, tengo una sensación de servicio y de ayuda a los demás que me llena muchísimo. Creo que estamos ayudando a alguien y eso me enriquece”, relata.
El trabajo de una funeraria a veces es complicado. Hay días en los que el ambiente de trabajo es diferente, el silencio corta la respiración. “Te puedo decir los nombres y apellidos de todos los niños que hemos tenido que enterrar en nuestra funeraria. Eso no se te olvida nunca. Después de estos servicios tan duros, por lo antinatural, los compañeros tenemos que hacer lo que nosotros denominados terapia de grupo. Hablamos, contamos cómo lo hemos vivido, lo necesitamos… Al final, los funerarios somos personas y también sufrimos”.
También recuerda cuando ETA asesinó a su primo en la puerta del Guggeheim de Bilbao. “Ese día el silencio que había en Zalla, nuestro pueblo, era asombroso. ¡Pues imagínate nosotros! El ambiente en la funeraria era horrible. Este tipo de servicios es muy difícil para nosotros y lo pasamos realmente mal”.
Begoña Aguirre es una de las muchas mujeres que poco a poco han ido abriéndose un hueco en el sector funerario. “Todavía somos pocas las mujeres que trabajamos en este mundo. En nuestra zona, a lo mejor por ser una zona rural, se ve mal que las mujeres llevemos un coche fúnebre y no entiendo por qué. Las mujeres podemos hacer el mismo trabajo que los funerarios”, relata Begoña Aguirre.
Ella es consciente de que todavía queda mucho trabajo por hacer para conseguir la igualdad en este sector, aunque las empresas funerarias están avanzando bastante en este sentido.
Begoña tiene dos hijas que en unos años tendrán que decidir su futuro profesional. Ella lo tiene claro, “yo quiero que mis hijas trabajen en lo que quieran, en lo que más le llene. Y si quieren trabajar en la funeraria, pues encantada. Al final, lo importante es tener un trabajo que te permita ser mejor persona cada día, ¿no crees?”