Nuria entra a trabajar todos los días a las seis de la mañana. No sabe qué le espera en su trabajo. Si habrá mucho trabajo o no. Por las tardes tiene que estar pendiente del móvil que puede sonar en cualquier momento. Y es que, es tanatopractora. Un trabajo hasta hace unos años solo de hombres pero al que, poco a poco, se han incorporado muchas mujeres.
Nuria Montagut llegó a este mundo por casualidad. Trabajaba de administrativa en una empresa de Sevilla y quería dar un giro a su vida, estaba aburrida. “Era consciente de que quería hacer algo diferente, quería cambiar. Alguien me habló de un curso de Tanatoestética en la Universidad de Salamanca y sin pensarlo mucho, lo hice”, relata Nuria.
Su paso por la formación de Salamanca no fue lo que ella esperaba. Le resultó muy duro. “¿Dónde me he metido?”, se preguntaba.
Tras su vuelta a Sevilla, Nuria comenzó a trabajar en la recepción del tanatorio Mémora Sevilla y ya han pasado nueve años. “A los tres días de empezar a trabajar me enamoré de este mundo. Es apasionante, diferente y gratificante para tu alma. Desde que trabajo en los servicios funerarios no temo a la muerte y sí respeto a la vida”.
Tras unos años atendiendo a las familias, Nuria quería continuar su preparación en el sector funerario y se formó como tanatopractora en Serveis Funeraris de Barcelona, empresa que impulsó la formación en tanatopraxia en nuestro país.
“En Sevilla no se hacía tanatopraxia pero yo sabía que funcionaría. Las familias suelen acercarse a las recepcionistas de los tanatorios a charlar, a aliviar su pena. Y en muchas de estas charlas las familias me habían preguntado por la presentación de los fallecidos. Sabía que iba a funcionar”, cuenta Nuria.
Y Nuria no se equivocaba. La tanatopraxia se empezó a ofrecer a las familias en octubre de 2012 y durante el año 2013 hicieron 196 tanatopraxias. “Indiscutiblemente ayudamos a pasar mejor el duelo a las familias, podemos aliviar su duelo. Siempre hay alguien que antes o después abre el féretro y por ello, debemos conseguir que el fallecido tenga el mejor aspecto. Se trata de borrar los signos de las últimas horas de esa persona y conseguir un resultado natural”.
El contacto con las familias es lo que más satisface a Nuria, “cuando escuchas a las familias hablar del fallecido, sabes el grado de amor que había. Luego escuchas los llantos de agradecimiento de las familias y sabes que has hecho un buen trabajo. Muchas veces, una vez que ha terminado el servicio, vuelven al tanatorio para darnos las gracias e incluso nos dan un abrazo. En esos momentos de dolor, hacemos un papel muy importante para ellos”.
La sociedad todavía ve este sector de una manera un poco distorsionada.
“Mi familia y la gente que está más cercana a mí sabe a lo que me dedico. Sin embargo, intento no difundirlo demasiado ya que siempre me hacen preguntas fuera de tono. Creo que la sociedad no es consciente del trabajo tan importante que hacemos”, comenta Nuria.
La tanatopraxia es todavía un «campo masculino». Sin embargo, en los últimos años se han incorporado a esta labor muchas mujeres, como Nuria, que son pioneras en este sector y que están realizando un gran trabajo.